Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir.

 

El orgullo de ser latinoamericano.

Por: Benigno Horna

A muchos de nosotros nos ocurre que cuando estamos trabajando tenemos una actitud diferente a cuando estamos de vacaciones o disfrutamos de un fin de semana.

Esto parece obvio pero no lo es tanto. Como consultor en Motivación diariamente me doy cuenta de ello, pero esto tiene una solución bastante más fácil de lo que parece a primera vista, independientemente del lugar donde hayamos nacido o del origen que tengamos.

Hace mucho años leí a un filósofo alemán decir: “La inspiración viene cuando ella quiere y no cuando uno quiere”. Pablo Picasso le respondió: “Pero te tiene que pillar trabajando”.

Años después leyendo un libro sobre Leonardo Da Vinci leí: “Yo no me pongo a trabajar porque me motivo, si no que me motivo porque me pongo a trabajar”.

Aquí realmente está la clave de la felicidad y de la realización personal en nuestra vida. La calidad de lo que piensas determina la calidad de tu vida. Cuando lo digo en alguna conferencia o de viva voz,  siempre hay alguien que me dice: “Pero eso no es tan fácil de hacer. Yo lo llevo intentando toda mi vida y nunca lo he logrado”.

Por desgracia existen muchas persona así. Cuando creemos que el destino es inamovible, lo aceptamos como tal y sin darnos cuenta lo convertimos en un hábito que llega a ser tan fuerte que acabamos por no intentar modificarlo. Convertimos nuestra vida en una noria que da vueltas, pero que siempre pasa por el mismo lugar y poco a poco dejamos escapar lo mejor de nuestras vidas.

La motivación interna nos hará cambiar la actitud que mantengamos en nuestra vida. Si escuchamos música que nos levante la moral y cuando llegamos al trabajo en lugar de quejarnos del tráfico le damos un abrazo a nuestros colegas, al principio pensaran que estamos un poco locos pero poco a poco también ellos lo aceptaran. Hace algunos años un amigo y compañero de trabajo llamado Antonio G, hacía un experimento. Llegaba al trabajo tarareando una canción y al poco tiempo toda la empresa la tarareaba. En mi pueblo, si le poníamos música a las vacas, daban más leche. Si las empresas tuvieran buenos motivadores, otro gallo les cantaría.

A muchas personas les ocurre, que aún sabiendo lo que quieren, son incapaces de luchar por ello. ¿Por qué? El miedo que tienen a enfrentarse con  ellos mismos y el miedo, más fuerte aún, de no lograr sus objetivos, les paraliza. Con un solo sí quiero, romperán con el círculo vicioso que les mantiene atados. Haga la prueba y comprobará que luego, no parará hasta haberlo conseguido. Pero deberá disfrutarlo.

 

La masacre del 11 de Marzo.

El orgullo de ser latinoamericano.

Por Benigno Horna

¿Que ocurrirá con los latinoamericanos?

Después de lo sucedido el 11 Marzo en Madrid, la percepción del emigrante por parte del pueblo español, ha cambiado radicalmente.

El vernos y sentirnos que todos nosotros somos potenciales víctimas de los criminales terroristas, nos ha hecho pensar que independientemente del color de nuestra piel, de nuestra nacionalidad, o de nuestras creencias religiosas, algunas veces estamos indefensos y vulnerables, ante sucesos que nosotros no podemos controlar.

Los pueblos unidos, siempre demuestran su valía ante los sucesos más penosos y no me cabe la menor duda, que tanto el español, como el emigrante y por ende el latinoamericano, han demostrado a través del dolor producido por las muertes injustas, que la vida debe de continuar independientemente de lo que haya ocurrido recientemente.

Aquél fatídico jueves por la tarde, una amiga latinoamericana me decía: “Dejé mi país, a mi familia y a mis amigos y me vine a España en busca de paz y de libertad y mire con lo que me encuentro”.

Mi situación emocional aquel día no era la mejor como para darle ánimos, así que tan sólo pudimos darnos un fortísimo abrazo y dejamos que nuestras lagrimas de impotencia y de dolor, recorrieran nuestras mejillas. En silencio le pedimos a Dios fuerza y fortaleza para poder salir adelante lo antes posible de aquella situación de miedo y terror que ambos sentíamos.

Mi amiga me decía que jamás se había sentido tan sola y desamparada, ya que sus familiares en su país, estaban pasando por una situación de miedo e incertidumbre. Las noticias que ellos habían oído sobre el atentado, eran muy confusas y hasta que ella pudo comunicarse con ellos por teléfono, había sufrido mucho pensando en el pánico que tendría su familia a miles de kilómetros de distancia, sin saber si ella también hubiera muerto, encontrándose en aquél fatídico tren de la muerte.

Ayer por la tarde nos volvimos a encontrar, pero ya mi estado de ánimo había cambiado y por tanto mi actitud. Al mirarnos a los ojos, nos dimos un fuerte abrazo y sentí como el miedo que me había paralizado una semana antes, había desaparecido casi por completo.

Mientras escribo esta columna me llega a la memoria lo que un día mi profesor exilado de origen cubano, Don Esteban González  Prieto, que en paz descanse me escribió en cierta ocasión:

Lo que al final vale no es el conocimiento que hemos adquirido con la edad. Lo que vale es el conocimiento de lo que aprendemos viajando, conociendo a otras personas, mezclándonos con otras culturas; el conocimiento que se desarrolla con la visión, con el tacto, con los olores, como cuando recordábamos los gustos de las comidas de nuestros pueblos, el olor del la tierra mojada, de la hierba quemada”.  

 

Artículo de septiembre

El orgullo de ser latinoamericano.  

Por Benigno Horna

El respeto a la familia y a la religión católica nos une e identifica como latinos. Pero ¿Por qué no los estudios también?

Si hay algo con lo que todos los latinoamericanos nos sentimos identificados es en lo relativo a nuestra forma de entender la vida. Tenemos un profundo respeto por la familia y por la religión.

Pero, ¿y con los estudios?.

Hace poco estuve pasando unos días en casa de unos amigos que me habían invitado, para que conociese al resto de la familia. En casa de Rafael y Milagros pasé unos días muy acogedores. Tuvimos tiempo para hablar y fue cuando Rafa me comentó lo orgulloso que estaban él y su mujer, de la familia que habían construido. La casa que tenían también la habían hecho entre todos.

Era una manera de entender la vida. Todos para uno, uno para todos. Lo que más me llamó la atención aquellos días, fue la gran armonía que sentí en aquella casa, donde convivían abuelos, padres e hijos. Cada uno sabía lo que se esperaba de él y lo asumía con naturalidad.

Rafa me comentó que sus inicios en España no fueron nada fáciles, ya que de joven no había tenido la oportunidad de estudiar una carrera y que aquello le había marcado bastante a la hora de cobrar mucho más dinero por sus trabajos. Cuando sus hijos nacieron, le pidió a Dios que cuando crecieran, estudiaran una carrera y así tuvieran más oportunidades para salir adelante, ya que aunque él pudiera saber más en su trabajo diario que los Ingenieros, éstos eran los que de verdad ganaban dinero.

Su hijo mayor llamado Rafa, acababa de terminar sus estudios en Ingeniería Industrial y ahora sería Rafa el que firmaría los proyectos que su padre realizaba. Su hijo si que había estudiado y ahora su futuro lo tenía resuelto. Además pronto se casaría con una chica que estaba estudiando Derecho y que tenía los ojos más bonitos que yo había visto en mi vida.

Entre pizza y pizza, hablamos de muchas cosas, pero recordamos que la unidad familiar era algo que no debemos de perder nunca, aunque vivamos en otro país distinto al nuestro. Rafa me decía que los jóvenes emigrantes tienen como diez veces más oportunidades de las que él tuvo al llegar a España y que su experiencia le decía que los estudios aparte de formarte, te dan muchas más oportunidades que las que puede tener una persona que sabe, pero que no ha obtenido un título académico.

 La familia no es solamente un grupo de personas; es algo más que eso, forman parte de ti, de tus sentimientos, de tú vida, de la sangre que corre por tus venas; es algo que debemos de cuidar, conservar  y cultivar.  

 

Artículo de Agosto

El orgullo de ser latinoamericano.  

Por Benigno Horna

Tenemos que aprender que somos los únicos dueños de nuestro destino.

Uno de los mayores errores que cometemos los latinos al llegar a España, es que muchas veces no nos damos cuenta, de que ahora vivimos en una cultura diferente a la que hemos dejado atrás.

Pero muchos de nosotros seguimos cometiendo los mismos errores que antaño: la impuntualidad, la poca seriedad a la hora de enfrentarnos a un negocio; el no concretar nunca las cosas; el pensar que los demás actuarán como nosotros y así dejamos que el tiempo pase día a día en nuestra contra, sin importarnos nuestra reputación profesional y mucho menos nuestra palabra.

Veamos algunos ejemplos: Si nos hemos comprometido a realizar un trabajo en una fecha determinada y por un precio pactado, deberemos siempre cumplirlo. Si hemos quedado a una hora determinada, estaremos allí puntualmente en nuestra cita. En el caso de que no nos sea posible hacerlo, utilicemos el teléfono móvil y avisemos a la persona para que pueda actuar en consecuencia. Su tiempo vale tanto como el nuestro.

Muchas veces queremos que los otros nos hagan favores y no nos cobren sus servicios, pero luego nos enfadamos cuando no nos pagan a nosotros, lo que esperamos obtener por nuestro trabajo. ¿Qué hacer entonces? Pactar las condiciones anteriormente y cumplirlas, asumiendo nuestra responsabilidad. Seamos serios y no unos simples chambones, ya que esa es la peor actitud que podemos mantener en nuestra vida.

Miremos a nuestro alrededor y pensemos el porqué algunas de nuestros compatriotas han triunfado, mientras que nosotros seguimos sumidos en una miseria diaria y sin remedio.

¿Cuántas oportunidades hemos dejado escapar?

¿A cuántos amigos o conocidos les hemos dejado en la estacada?

Cuando acordamos pagar a alguien en una fecha determinada o cuando le decimos que le pagaremos cuando el cliente nos haya pagado, seamos profesionales y paguemos a los demás en el momento en que lo hemos fijado. Cuando quedamos en llamar a alguien un día determinado o a una hora concreta, hagámoslo ya que nuestra credibilidad es nuestra mejor tarjeta de presentación.

Tratemos a los demás como nos gustaría que los demás nos tratasen a nosotros. Si no lo hacemos, de esa manera tan necia dejamos escapar muchas oportunidades de negocio cerrándonos las puertas y buscándonos enemigos en lugar de asociados. 

Pensemos por un momento en que ahora contamos con más oportunidades para triunfar, pero debemos cambiar algunos de los hábitos que nos frenan y nos imposibilitan lograrlo. Diariamente esforcémonos por cumplir con nuestra palabra y veremos como los negocios nos fluirán y vendrán a nosotros. Seamos gente de palabra y cumplamos con nuestros compromisos. Así se nos abrirán las puertas.  

 

Artículo de Julio

El orgullo de ser latinoamericano.  

Por Benigno Horna

 Tenemos todo por vivir.

 Hace unos días vinieron a mi despacho dos amigos latinos a verme, mientras hablábamos de futuros proyectos profesionales, la cara de Carlos se transformó cuando me dijo: “tengo 40 años y estoy viviendo mi segunda juventud”.

Intrigado le pregunté sobre lo que me había querido decir y con una fuerte carcajada me explicó detalladamente cómo hasta hace unos meses siempre había tenido un pie en Colombia y otro en España.

Un día después de una fuerte reflexión quemó sus naves y se mentalizó que su futuro estaba en Madrid y su vida cambió. Se quitó un gran peso de encima y por fin se arriesgó. Asumió que la vida es una aventura arriesgada o no es nada y decidió traerse a su mujer y a sus hijos a vivir a España. Eso no quería decir que rechazara su condición de colombiano, pero no podía permitirse el lujo de seguir con un pié allí y otro aquí.

Andrés que era el tercero del grupo llevaba menos de un año viviendo en Madrid y después de estar durante unos meses por el sur, se mudó a Madrid. Ha hecho de camarero, vendedor de libros, seguros y publicidad, pero había venido a Europa a trabajar y sólo ha encontrado trabajos de poca monta.

Al principio de la charla él no pronunciaba casi palabra y nos observaba como pensando, yo estoy en otro mundo. De pronto dio un pequeño golpe en la mesa y nos dijo: ustedes que saben tanto, díganme que puedo hacer para ganarme la vida.

Carlos tomándole del brazo le dijo: trabaja en lo que mejor sepas y te guste. Sea lo que sea. Haz ahora mismo todo lo que tengas que hacer. Si yo estuviera en tus circunstancias, primero pensaría en el hombre en que me quiero convertir y segundo valoraría hasta donde estoy dispuesto a comprometerme.

Saber lo que uno quiere y lo que se está dispuesto a pagar por conseguirlo esa es la clave. Mírame a mí. Llegué a pensar que era un perdedor y mira en lo que me estoy convirtiendo. En un empresario que se alía con otras personas en busca de un objetivo concreto, ya que siento de verdad que tengo Todo por vivir y en ello he puesto mi empeño.

 

Artículo de Junio

El orgullo de ser latinoamericano.  

Por Benigno Horna

La boda de los Príncipes de Asturias. 

Hoy me he sentido muy orgulloso de ser humano. Hemos visto casarse a los Príncipes de Asturias rodeados de amigos, de mandatarios extranjeros, de personas anónimas, de Reyes y Reinas, de la lluvia, del viento y del sol.

Desde mi país de origen, Panamá, mi madre bilbaína, mi hermana y su familia han vivido la boda tal vez más intensamente que yo.

Seguro que se han dado cuenta de que el último invitado en llegar a la Catedral ha sido Nelson Mandela. Un humano muy querido por todos, en especial para la Reina Sofía, que según se dice, ha sido un invitado muy personal para nuestros Reyes.

Y, ¿por qué digo nuestros Reyes?

Porque para muchos latinoamericanos representan la unión entre nuestros países con su presente. Son parte de nuestra historia, de nuestra vida cotidiana y de nuestro pasado.

Seguro que la Reina Isabel la Católica, que Moctezuma, que Urracá y que Atahualpa desde el cielo, han estado sentados observado, tal vez con algo de envidia lo que ocurría en éste Madrid del siglo XXI.

He visto a través de la televisión banderas de Perú, de Ecuador, de la República Dominicana, de Argentina, de Brasil, de Chile y de muchos otros países. Estaban la Presidenta de Panamá, el de Colombia, de Nicaragua, de Portugal y a pocos metros de distancia, el público universal que también a su manera asistía a la boda.

Hemos recordado a nuestros muertos de Atocha y lo hemos hecho de una manera muy profunda. Muchas personas se han quedado sorprendidas del color oscuro de la piel de la Virgen de Atocha.

Tal vez nos cueste recordar que España es una mezcla de culturas donde los Reyes nos acogen, no como súbditos sino como ciudadanos a los que también cada día nos representan como al resto de los nativos españoles.

Hace sólo unos meses, Atocha era un recuerdo triste y ahora alegre para todos los que convivimos en España y reconocemos a los Reyes de España, como algo también nuestro. Porque Atocha, como Guadalupe, como Chiquinquirá, somos todos y todos somos hijos de Dios.       

 

Artículo de Mayo

El orgullo de ser latinoamericano.  

Por Benigno Horna

De camarero a empresario.

Cuando conocí a Gustavo, él trabajaba de camarero en un restaurante. Hará una semana me llamó y me vino a visitar a mi consulta. Hacía más de tres años que no le veía y parecía otro. Estaba lleno de vida y al vernos nos dimos un fuerte abrazo.

Él no sabia por donde empezar a contarme lo que le había pasado en los últimos tiempos, así que tuve que pedirle que se sentase en un sofá y después de tomar aire y de ponerse las manos detrás de la nuca, más o menos esto fue lo que me dijo:

Te acuerdas cuando nos conocimos. Yo acababa de llegar a España y a través de unos amigos conseguí trabajo como ayudante de cocina. No tenía papeles ni nada, además nunca había trabajado como camarero.

En mi país había sido fontanero, pero al estar sin papeles me agarré a lo primero que me ofrecieron. Al principio todo me resultaba muy duro ya que en la cocina me trataban como a un esclavo. Trabajaba muchas horas para ganarme algún dinero para seguir tirando y recuerdo que me animaste a que me inscribiese en el consulado y que fuese a pedir un permiso de trabajo.

Por entonces estaba a punto de regresar a mi país como un perdedor. Un día que tuve que acompañar a mi primo a por los papeles a la comisaría y también llevé los míos.

Luego me animaste a que trabajase como fontanero, pero al no tener papeles nadie me iba a contratar. Recuerdo que me trajiste información de unos cursos a distancia de fontanería y electricista. Me di cuenta que conocía casi todo el temario del curso, así que me animé a sacar mi primer título en España.

Un día hubo una avería en el restaurante y a todos los fontaneros que llamaron, no quisieron venir porque había un puente. El dueño del restaurante me dio unas herramientas y me dijo que reparara la avería. Fui a casa a por las mías y recordé que sólo había hecho pequeñas chapuzas y aquella era mi oportunidad.

Pensé:

¿Quién dijo que no puedo?.

Trabajé toda la noche y a eso de las 10 de la mañana terminé mi trabajo. Mi jefe me pagó la mitad de mi salario mensual como camarero y me animó a que me pusiera a trabajar como fontanero. Al darme cuenta que yo podía hacer algo mejor que los demás, me dio mucha moral, sobre todo cuando me dijo:

Vosotros los latinoamericanos cuando queréis sois los mejores.

Con el dinero que gané me hice una tarjetas de visita y empecé mi nueva vida. Ahora tengo los papeles en regla, mi propia empresa donde casi todos mis empleados son latinos. Utilizo como lema: Fontaneros latinoamericanos. Honrados, eficaces, rápidos y profesionales.  

 

 

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